lunes, 26 de noviembre de 2012

Saarburg, Deutschland.

Saarburg

21 de julio de 2012
En nuestra primera visita, nos dirigimos a un pueblo a unos pocos kilómetros de Saarbrücken. Durante el camino predominaron ondulaciones que no llegan a ser cerros, apenas colinas cubiertas de árboles y nos acompañó el río Saar en algunos trayectos casi a las misma altura de la autopista.  El verde intenso resalta las pocas edificaciones en lo alto de las colinas.  Se pueden divisar una capilla, con una inmensa cruz a unos metros.  En otro caso, se observó un puesto de vigilancia antiguo.  También pequeñas casas perdidas entre los árboles.  Hoy es un día perfecto para hacer turismo en bicicleta.  Nos cruzamos con varios ciclistas que recorrían y disfrutaban de la vista.  Todos van por la bici senda. 
Al otro lado del camino, compartimos el viaje con el tren.  Mientras nos dirigíamos al pueblo, pasó una formación con sus vagones rojos y algunos eran doble piso.  No era un tren de alta velocidad, sin embargo se lo veía tan lindo…
En nuestro trayecto, pasamos a pescadores aficionados, lanchas de pasajeros e individuales.
El río manso y fresco, refleja el verde  verano.
Una vez llegados y con el auto estacionado (cosa muy importante), caminamos casi por instinto al centro del pueblo.  Tratando de hallar una oficina de turismo para proveernos de un mapa.  Sin internet, es difícil realizar averiguaciones previas al viaje, así que nos sentimos como en la antigüedad…hubiera sido útil una brújula.

Hallamos la oficina casi de inmediato y nos regalaron un mapa.  Ya con eso, estábamos felices.  Pero en mi caso, la yapa fue doble ya que al salir de la oficina había una máquina de monedas coleccionables con la imagen de la ciudad.  Sin pensar mucho, introduje una moneda de 2 y obtuve la moneda de Saarburg.
Aquí, el río se hace un poco más angosto y se desprenden pequeños hilos de agua.  Por lo que hay pequeños puentes en el centro de la ciudad y una cascada con molinos de madera que acompaña a la zona de restaurants y cafés.

La primera iglesia que visitamos es la St Laurent’s Parish Church, construida en el siglo XIII.  En el año 1695 se extendió su construcción y tuvo 3 naves.  En diciembre de 1944 fue destruida la mitad de la iglesia durante la Segunda Guerra Mundial y su reconstrucción se realizó entre 1946 y 1949.

Luego, continuamos nuestro camino por las callecitas empedradas y ondeantes.  Las escenas pueden llegar a repetirse, pero no dejan de encantar esas casas adornadas con detalles de siglos viejos.
Entre tantas curvas y pequeñas calles que parecen veredas, nos encontramos con escaleras que nos conducen al río.  Caminamos con cierto respeto, ya que diera la impresión de acabar en el patio de la casa de alguien.  En el centro del pueblo, las puertas de las casas dan prácticamente a la calle, hay jardines comunes, y otros privados.  Una vez que sorteamos el laberinto urbano, nos encontramos con un paseo que bordea al río.  Nos tomamos unos minutos para admirar el paisaje y ver a los patos y cisnes disfrutar.

Con el camino empinado, nos dirigimos a uno de los puntos más altos: las ruinas del castillo     (Burganlage Saarburg)  pero antes de llegar a él, nos encontramos con otra iglesia.  Desde esa altura, podemos observar los viñedos y en la otra margen del río las otras casitas.
 


A los pies del Burganlage Saarburg, encontramos un punto panorámico.  Existe un  binocular para apreciar mejor la vista.  
La historia de este castillo comienza en el año 964 cuando el conde Siegfried de Luxemburgo adquirió la colina y comenzó a construir el castillo.  Básicamente, de todo lo que decía la placa, el bendito castillo fue destruido dos veces antes de que pasara el siglo XVI.  Si Siegfried hubiera sabido…no se habría tomado tanto trabajo.  También pasó por varias invasiones como ser la española, la francesa y la prusiana.  Todos tenían la misma misión: destruir el castillo… ¿¿¿quién habrá repartido la tarjeta de objetivos??? Finalmente, la Legión Prusiana de Suecia fue la última vencedora.
Durante el siglo XVIII, el castillo sufrió más modificaciones y reconstrucciones.  Para salvarlo de las ruinas, el pueblo de Saarburg lo compró en 1860 por 325 taler (Antigua moneda de plata acuñada en Alemania).  Hoy forma parte de la herencia cultural del pueblo.
Después de observar la vista desde la torre, comenzamos nuestro camino en bajada para llegar al florido centro.  Y sin tantos descansos, emprendimos nuevamente otra subida, hacia los viñedos.

Notamos con Germán, que no hay alambrados entre las vides…qué raro... ¿Será caro el alambre?
A pesar de las nubes de tormenta, que amenazaban con regarnos…aprendí que acá (y esto es para toda la región del Saarland), no llueve hasta que llueve.  Ante tanta inexactitud, uno no se puede preocupar.  Esas nubes podrían estar todo el día ahí y quizás no llueva.  Emprendimos nuevamente el descenso hasta el centro.
Le sacamos fotos a la oficina de turismo, justo por esta época, están haciendo reparaciones en las calles.  Pero bueno, el edificio de al lado es lindo igual.  Nos dirigimos a la zona de restaurants. ¡Estamos hambrientos!  Y la verdad, es que nos sentamos donde nos pareció más lindo… o sea, ni nos fijamos cómo era la carta.  Nos encontramos con que había muy poco, casi nada que les gustara a nuestras hijas y los precios estaban a la altura del castillo… Pero eso no nos amedrentó, aunque debimos habernos amedrentado.  La cuestión es que encontramos algo así como tostados de jamón, queso y ananá, y con eso, una niña estaba conforme y a su hermana, le conseguimos espaguetis sin salsa de tomates.   Germán y yo, también pedimos un tostado para compartir.

Al llegar los platos, descubrimos que el tostado… era una versión muy libre de lo que nosotros entendíamos por tostado.  A la foto me remito.   Y cuando llegaron los espaguetis, pues, vinieron sin salsa… pero estaba condimentado con pimienta y pedacitos de puerro cortado bien chiquito. Y sin queso… La cara de mi hija es como si la hubieran mandado al calabozo. 

Igual, nos comimos todo… pero preferimos pedir el postre en otro lugar.  Uno donde pudiéramos decir “quiero lo mismo que el/la señor/a”.
Continuamos nuestro paseo sacando fotos en los puentes floridos y en la “Wasserfall der Leuk” que tiene una caída de 17 metros.

En nuestro recorrido, me encontré con una casa que tenía flores de color negro; tenía que sacarle foto. Y antes de terminar nuestro día, nos encontramos con otras ruinas, esta vez de lo que fue un jardín comunal.  A Germán y a Sara, le sacamos fotos en la torre.

Pero no nos íbamos a ir sin postre.  ¡Ah no! Que si no, levantamos otra revuelta ahí mismo.  Yo creo que después de tantas invasiones, no se van a inmutar.  Nos fuimos a una heladería italiana llamada “Eiscafé Cascata” y ahí probé los “Espaguetis Bonito”  que es helado de vainilla con forma de fideo, salsa de chocolate, rodajas de banana alrededor, una punta de crema y chocolate blanco espolvoreado a modo de nieve. ¡Eso fue riquísimo! (Qué comentario obvio).  Una niña pidió cinco bochas de chocolate, y la hermana tres bochas de banana y dos de chocolate.  Germán no quiso… ya estaba lleno con el tostado/ensalada/picante.

Y nuestra última foto, es un homenaje al control y al orden.  El semáforo con cámara móvil fue muy impresionante. Lo que se imaginarán los conductores cuando nos vieron sacarle foto a un semáforo… y bueno qué quieren, ¡si recién habíamos bajado de la colina! J

Bis bald!

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