martes, 4 de febrero de 2014

Ortona, Italia. Recuerdos prestados.


Ortona

31 de octubre de 2013

A mi abuelo Tomás.

Amanecimos con lluvia. Y como hoy es el único día que permaneceremos aquí, no podemos darnos el lujo de esperar en un bar hasta que se calme un poco. Por otro lado, menos mal que no decidimos esperar… porque la lluvia continuó hasta pasado el mediodía.

Foto de Ortona, hermosa.
 

Pero no me quiero adelantar, después de todo, es hora del desayuno y debemos cruzar al restaurant “Il Vecchio Teatro” para probar el desayuno de… la hermosa Italia.

Avisado el dueño (vía hija) del apellido de mi madre, ya nos esperaba con su mano lista para saludar a la señora “ciento por ciento ortonesa”. El señor además del restaurant, es dueño de una simpatía que pinta al italiano como yo lo tengo guardado en mi memoria.  Generoso, amable, simpático… y obvio: ávido de saber qué es lo que haremos durante nuestra estadía.

El restaurante Il Vecchio Teatro, con vista al mar.
 

Nosotros, soltamos de a gotas la información. Descubrimos que “el apellido que porta mi  madre” es muy común en Ortona y que hay muchas personas que lo llevan. Por las reacciones del italiano (también “ciento por ciento ortonés”) ningún pariente lejano ha hecho nada vergonzante como para que nos lluevan puteadas de rebote.

Con esa información, nos fuimos directo a la comuna para preguntar, y volver a explicar la razón de nuestra visita (hoy explicaremos la historia varias veces) y ver si podemos conseguir algún dato sobre el lugar donde nació mi abuelo Tomás.

La baranda de Ortona, las palmeras que embellecen todo.
 

Pero en esa dependencia, no había tal dato.  Nos explicaron que debíamos ir hasta otra oficina pública y nos dirigimos sin perder tiempo.  ¡Bah! No tanto así, porque la lluvia se hizo más fuerte… ¡y nosotros sin paraguas!

También, había una pequeña feria en la peatonal, hay muchos vendedores ambulantes con todo tipo de cosas (artesanales y no tanto).  Ya le echamos el ojo a unos paraguas… pero ahora no quiero perder el tiempo… mejor vamos a la oficina pública.

Playas de Ortona. Vista desde el Castello Aragones.
 

Quiero contarles que, previamente yo había enviado un e-mail a una oficina preguntando por los mismos datos que ahora, en persona,  voy a preguntar.  Por e-mail no me contestaron… ahora espero aunque sea un algo.

Mi esposo ubicó la oficina donde preguntar y una señora, con más o menos amabilidad, buscó el folio de mi abuelo (yo tenía todos los datos, en un resumen que sirvió para tramitar la ciudadanía italiana).  En un libro cosido, de un tamaño considerable y de páginas amarillentas… La señora buscaba, hasta que dio con el acta de nacimiento…

Y bueno, uno esperaba un número y una calle… pero se ve que allá por el 1916 con solo nombrar la calle en que uno nació debía de ser suficiente. Vía Carmine. Eso era todo… una calle que probablemente ya no se llamara igual…

Y sí, via Carmine ya no existe, se le cambió el nombre por via Roma (eso también nos averiguó la señora).

Cuando no hay suficientes datos, lo mejor es hablar con mucha gente, así uno puede reconstruir algunas cosas… Así que tuve que sacar a relucir mi simpatía: es hora de hablar con el dueño del bar de la oficina pública, para que me pueda dar más precisiones.  Y así fue. Me confirmó que la calle via Carmine se cambió por el nombre de via Roma, PERO, la parroquia que aún está en pie, tiene el nombre de la antigua calle. Se llama: La madonna del Carmine.

Chiesa la Madonna del Carmine.
 


Y si piensan que el desánimo nos ganó en algún momento… quiero contarles que no fue así.  Tuvimos que comprar los paraguas (compramos 3 y nos regalaron otro más) porque ya no se podía caminar… y así emprendimos nuestra marcha en busca de la via Roma para caminarla, aunque sea un par de cuadras…




Ortona también fue alcanzada por la Segunda Guerra Mundial y fue destruida en un 80 %. De ahí, que mi ilusión por encontrar una casa ya no fuera tan fuerte como antes de emprender el viaje.

Sin embargo, hay una historia que me ronda en la cabeza… desde que llegué a este lugar. Alguna vez, mi abuelo me contó una historia de él con sus hermanos. Con el mar tan cerca, no es de extrañar que mi abuelo adorara el mar, la natación y la comida relacionada con peces de mar.  Él dejó Italia con 7 años. Lamento profundamente, no haber tenido la curiosidad por preguntarle más sobre su Ortona… pero no se puede cambiar lo que ha ocurrido.

Contaba mi abuelo que durante varios días, en compañía de sus hermanos mayores (eran seis hermanos en total) se “rateaban” de la escuela para ir a nadar al mar.  La picardía duró hasta que, de la escuela, fueron a la casa a preguntar por qué sus hijos no estaban asistiendo a clases… Mi abuelo recuerda que sus hermanos mayores corrían a más no poder, en vista de la tremenda paliza que se venía, una vez descubierta la travesura…

Playa de Ortona... para imaginarse a un chiquito jugar.
 

Yo, no puedo imaginarme más que a un chiquillo flaquito, medio rubio y con ojitos verdosos correteando por la orilla del Adriático, feliz… sin pensar en el hambre, en las guerras ni en los odios de los hombres.

Esa imagen, hacía que la lluvia no existiera, que el viento fuera una brisa, y mis botas mojadas… una picardía de la niñez.

 

 

 

 

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