lunes, 15 de julio de 2013


París bonus track

 

París, la ciudad del amor. Debe haber sido uno de los primeros eslóganes más exitosos de la historia. Y como todo eslogan, encierra una verdad a medias.

Ciertamente, París enamora, hechiza, envuelve y desarma a mucha gente que tiene el privilegio de pasear por sus calles y observar obras de artes de diferentes estilos y épocas. 

Durante nuestra segunda estadía en París, hemos conocido una cara de la ciudad luz un tanto desconocida: aquellos buenos muchachos que se juntan en la vereda a hacer nada.

Los techos de París, desde el Sacré Coeur
Ese día, teníamos pensado visitar la Iglesia Sacré Coeur y nuestro cuento comienza en la explanada que permite el acceso a pie a dicho santuario.

La calesita a los pies de la Iglesia Sacré Coeur
Estábamos muy entretenidos sacando fotos y una vez terminada nuestra labor tomamos el camino a la derecha. Apenas comenzó el ascenso, se nos acercaron 5 personas que hablaban en diferentes idiomas. Bastó con un “no gracias” para que adivinaran nuestro español y comenzaran el diálogo en ese idioma. Insistieron con mucha vehemencia y enseguida nos dijeron que querían regalarnos una pulserita de hilo.

Iglesia Sacré Couer

Yo seguía con algunas dudas, pero cuando dijeron que no nos querían vender nada…entonces acepté lo de la pulserita.  Mientras tejían eso alrededor de mi dedo, (a mí y a mi esposo y dos hijas) me cuenta que ellos vienen de otro país (me dijo el nombre, pero no recuerdo); que “son buenos” (no entendí la aclaración) y también me dijeron “Hakuna matata”…. Es así, como Timón y Pumba entraron en esta historia…aunque yo no los vi haciendo pulseritas por ninguna parte.

Estuvimos 5 minutos detenidos por el tema de la pulserita, mientras mi interlocutor me preguntaba cosas para distraerme. Por ejemplo, ¿De dónde vienen?, ¿Es la primera vez que están en París?... Y ahí, empecé a sospechar que esto no terminaría tan bien para nosotros.

La vista de París desde la Iglesia
Cuando respondí la segunda pregunta, diciendo: es la segunda vez en París, el interlocutor supuso que estaba de luna de miel con mi esposo (Imagino que ignoraba que las adolescentes de atrás eran nuestras hijas) e hizo un gesto con la boca que no puedo describirles por lo asqueroso que fue.  No soy purista, simplemente hay lugares y personas con las que se puede hacer ese tipo de gestos y otros donde no. A los pies de la iglesia y con un desconocido: no.

A cada rato repetía “hakuna matata”, “hakuna matata”…hasta que la pulserita se terminó y la ató a mi muñeca.

Iglesia Sacré Couer
Aún sobraba hilo, así que pidió un alicate a su compañero y procedió a cortarlo. Yo estaba bastante preocupada con el alicate, no le sacaba la vista de encima…Como si un loco anduviera con un cortaúñas  arriba de un avión…

El “hakuna matata” se escurrió de su cara y también de su discurso. Con mi muñeca sujeta en su mano, se transformó en una especie de monstruo que con voz muy baja me exigía dinero.

No podía ver a mi esposo, porque otro de ellos me tapaba la vista. Aunque por lo que escuchaba, estaba en idéntica situación. Casualmente, ese día no llevaba ni un solo centavo en mi cartera…Así que, nuestra “liberación” la pagó Germán: €20 en total.

De más está decir que nuestro paseo y ascenso hasta la iglesia fue teñido de malhumor. No podía creer que fuera engañada y timada tan estúpidamente….

De verdad, creí que repartían suvenires hasta el momento del gesto obsceno.  A partir de aquí, veo a París con otros ojos…y el resto del día continué en “mi estado de alerta”. De pronto veía a los “hakuna matata” en todas partes.  Nos intentaron arribar nuevamente en los jardines des Tuileries y en Champ de Mars.

La manera de defenderse es muy sencilla: no hablen y sigan caminando.  A mí, me cuesta mucho evitar el “no gracias”…sin embargo, encontré otro método (del cual mi esposo no está tan seguro de su efectividad) para ahuyentarlos en caso de persistencia: gritar ¡“Policía, Policía”! Enseguida desaparecen. Lo confirmé cerca del Louvre…funciona.

Volviendo a la Iglesia Sacré Coeur, ya tomamos nota sobre este nuevo “asalto sutil medido”  y cuando descendimos, un patrullero estaba en la vereda. Los “buenos muchachos” estaban apoyados en las barandas de la explanada…sin hacer nada.

A  veces creo que tenemos una idea equivocada de París, o una idea equivocada del amor…o…se me cayó la venda de los ojos.

 

 

 

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