lunes, 3 de diciembre de 2012

Más fresco, imposible.

Más fresco, imposible
25 de agosto de 2012
Otro sábado hermoso.  Y esta vez decidimos disfrutar de la ciudad en la que vivimos, interpretando el papel de turistas, que nos sale tan naturalmente.
En realidad, dedicamos la mañana a unos menesteres algunos dedicados a gente que lee estas líneas.  Desde el comienzo de clases, creímos conveniente comprar un impresora, ya que en poco tiempo…habrán de pedir algún trabajo de la escuela…y acá no hay ciber cafés…o ciber a secas. También imprimimos algunas fotos, enviamos postales y se nos ocurrió visitar el mercado de frutas y flores que se arma todos los sábados por la mañana en una plaza de por allí cerca.
Pero mientras caminábamos por la peatonal, nos encontramos con diferentes escenarios armados y coros entonando diferentes canciones. El primero que vimos, era de gente adulta; luego pasamos por uno de niños  (un promedio de 10 u 11 años), otro de mujeres y así hasta la plaza.  Cada escenario con sus parlantes, instrumentos y micrófonos.  No  recordaba que este 25 es la “sing city” en Saarbrücken.  Desde las 11 hasta las 20 horas habrá presentaciones de diferentes grupos y estilos musicales.  Pero cuando llegamos a la plaza, un escenario bien grande, con luces estaba en medio.  El primer grupo (casualmente el que más me gustó) mezcló dos géneros musicales…rock and roll y una pieza musical de la ópera.  Eran seis o siete en escena entre bailes y “duelos musicales”.  Después se sumaron más bailarines y cantantes interpretando canciones de Génesis…y otros artistas de habla inglesa. 
Tanto baile, tanta música…Estrellita movía los pies, pero Germancito creo que no entendió la indirecta…no importa.  La cuestión es que todo era alegría sobre el escenario…y abajo el público alemán exaltado… aplaudían tres.
Aunque las demostraciones de entusiasmo pudieran ser pobres, hay un dato que no se puede despreciar: la plaza estaba llena y los bares con todas las mesas ocupadas. Por lo tanto, les gustaba lo que escuchaban y veían. Con tanto entusiasmo, no daban ganas de volver a casa, así que decidimos almorzar en uno de esos bares y de paso, presenciar otro recital ya que cada presentación dura 30 minutos.
Germán y yo, pedimos unos “paninis” (sándwiches) de pavo y de carne mientras que las nenas pidieron una pizza para compartir. 
El siguiente grupo era más numeroso e incluso trajeron instrumentos (un órgano y tamboriles).  Ellos también interpretaron canciones conocidas.  El tercer grupo era de mujeres y cantaron algunas canciones en francés, y hasta una pieza musical de teatro (una canción muy conocida que habla de Hollywood)
Todo muy lindo, muy rico, muy bello…pero vamos a casa.  Germán necesitaba estudiar y hacer la tarea de alemán.  Con la promesa de volver a la noche para cenar en un barco restaurant que está amarrado en el centro, Estrellita se fue sin hacer puchero.
Siendo las 20 horas, ya estábamos listos para salir nuevamente.  Cómo muchos saben con el tema de las capitales y ciudades importantes hay que dar dos mil quinientas vueltas para ir a un lugar porque no se puede doblar en cualquier esquina…y cosas así.  Estuvimos media hora dando vueltas, para llegar al estacionamiento del teatro (que está a metros del río) y poder tomar el sendero que bordea la margen del Saar. Así caminamos un ratito y llegamos al barco: cerrado. Con cierto pesar y el coro de niñas repitiendo “Mc Donald, Mc Donald” decidimos volver a la plaza y elegir otro lugar.  Después de todo…si  Saarbrücken es conocida por algo, es por la variedad de restaurantes con  de platos de todo el mundo. 
Hallábamos en la plaza e intentamos adivinar dónde pudiéramos pasar un buen rato. Nuestro duda era entre un restaurant alemán de minutas y platos muy sencillos, decorado con utensilios de cocina de cobre y hasta un tonel recubierto en el mismo metal…y un restaurant francés (Allain Rossi) con vela en la mesa…una rosa y luz tenue…¿Adivinen por cual nos decidimos?
Entramos y enseguida el mesero nos dio a elegir entre tres mesas para cuatro.  Quizás fue el hambre que tenía…lo que anuló mi olfato, mi vista…y acentuó mi tozudez innata. Apenas nos sentamos, noté al lado de la vela y del florero con una rosa de unos cuantos días, un lapicero lleno de crayones….Bueno me dije, son considerados con los niños pequeños (no veía a ninguno en ese momento) y apoyé mis manos en el mantel…que era de papel.  Mejor dicho, primero se colocó un mantel blanco de tela (que es lo que cuelga de las mesas a los lados) y sobre el mismo un mantel de tela…blanco, casi invisible hasta que uno lo toca.
Nuevamente el mesero se presentó con la carta y también colocó en una silla, una pizarra con los platos sugeridos de la noche.  Este mesero era un tanto peculiar…vestía una remera blanca, jeans y un olor a cigarro que ni el mejor perfume de Francia podría disimular el aroma. Me pareció extraño que no llevara un delantal puesto…pero bueno Estrellita, vos sos muy estructurada…y un sábado a la noche hay que dejar las convenciones en casa…
La carta, escrita en francés y alemán no daba mucha idea de los ingredientes.  Es más, creo que algunos platos debían de tener nombres…que no dan pista de lo que están hechos.  La luz…tan romántica y tenue se tornó inútil.  A medida que pasaban los minutos, íbamos adivinando palabras.  Llegamos a la conclusión que esos platos contenían carne roja.  Listo, basta para mí.  Quiero esto…y para las nenas pedimos unas “tartés de boeuf de bla blá ble blé” con una porción de papas fritas. 
Llegó el mesero nuevamente, Germán emitió la orden en ingalemánitalianich y esperamos.
Primero nos trajeron las bebidas y unas rodajas de pan.  El jugo de naranja, juramos que era el mismo del supermercado.  Y las rodajas de pan…no podemos jurar que eran del supermercado, pero ¡sí del día anterior! 
Nuestra mesa, tenía vista a la cocina.  Se observa  a tres o cuatro cocineros y Sara me dice: mamá, los chefs miran para acá… No les des bolilla hija, deben estar aburridos. 
Nuestros platos tardaron como media hora en llegar.  Pero finalmente la espera terminó y recibimos…la comida.
-Mamá… (otra vez Sara), los cocineros se ríen-. No les des bola hija, seguro se están contando chistes entre ellos.
Todavía sigo sin saber que cené.  En mi plato, había varios trozos de carne con huesos (estimo que era un puchero o algo así) ensalzados con un jugo marrón espeso y dos papas (del tamaño de mis dedos) hervidas.
Germán, un pedazo de carne asado por fuera y color rojo por dentro  y una guarnición de papas fritas.
Y las nenas….una bola de algo que era como salamín pasado por la procesadora,  la guarnición de papas fritas y una ensalada de lechugas que acompañaba al plato.
Apenas probaron la tarté…dijeron algo así como “puaj….”  Entonces probé yo también, como animándolas…nada puede ser tan feo. Lo probé, y era una mezcla de salame…muy fuerte, con pimienta y cebolla…Quizás con el pan quede más rica, sugerí.  Tal vez si lo comés con una papa frita…les alentaba yo.  Pero no  hubo caso…las nenas se declararon inapetentes y su papá y yo comimos unos bocados más…porque el plato era relativamente caro y bueno... ¡Tampoco se puede tirar así la comida!
En medio de la penumbra…decidimos dejar de sufrir y pedir la cuenta. Vuelve nuevamente el mesero y le dice algo a Germán…Algo que interpretamos como “no les gustó el plato a las señoritas”.  –No, le dice Germán, no era lo que pensamos  (todo en inglés).  Entonces, Germán habla algunas palabras más (yo no escuché, pero Germán me lo dice apenas el mesero se retira) y luego me dice “era carne picada cruda”.  ¡¿Qué?!  ¿¡Y no nos podía decir eso antes?!  Creo que las nenas estaban esperando a que dijéramos “es una broma”…pero eso no sucedió. 
Al poco tiempo trae la cuenta: 77.20 (para que tengan una idea, de que no fue un regalo la cena).
¡Qué cena complicada!  Y ya las niñas tiraban la bronca.  Es que seguramente, donde decía “Blablá, bleblé” tal vez dijera “cruda”…no sé.  ¡Era UNA palabra! ¡Una palabra! Me defendía yo. 
Igual, ya todo era inútil, nos fuimos a casa para bajar la cena de la Edad de Piedra (sin fuego) con helado.
 Yo me quedé reflexionando sobre la penumbra y una rica cena…sobre el romance y tener hambre…y saqué conclusiones interesantes:
Es verdad eso de que los platos entran por la vista…o sea,  si hay velas mejor no ordenes comida;
Es mejor ponerse románticos con la panza llena;
Y si los cocineros te miran y se ríen, definitivamente estamos al horno (nosotros- y no la comida).









1 comentario:

  1. Estre... que felicidad, te envidio mucho "sanamente". Segui recorriendo el mundo y escribiendo!!!

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