jueves, 7 de febrero de 2013

Las monedas de Estrellita


Las monedas de Estrellita…

 

Cuando nos fuimos de Argentina, dejé atrás un montón de hábitos y otros me los llevé en el bolsillo.  Al llegar a Alemania, los acomodé a todos…hasta que logré deshacerme de algunos, sobre todo los que tienen que ver con la inseguridad. Hay uno, con el que me encariñé tanto…el de guardar moneditas.

En Argentina, debido a la incipiente inflación, no es divertido guardar moneditas. Quizás no aprendí la lección de mis abuelos, cuando hace más de veinte años descubrí un frasco de vidrio enorme lleno de monedas de 10 pesos de 1978 o antes  y que, por supuesto, no servían para nada.  Para cuando encontré ese tesoro, ya habíamos cambiado 2 o 3 veces de moneda en Argentina. De los Pesos Ley 18188 a los Peso Argentino en 1983 y en 1985 cambiamos por el Austral para volver a cambiar por el Peso en 1992 hasta la actualidad. Sin embargo, de todo ese cuento no me acordé en absoluto al encontrarme con tantas monedas de diferentes tamaños, colores e impresiones aquí (ya que hay muchas impresiones dedicadas a personajes famosos de Europa o para homenajear eventos importantes, como por ejemplo, la celebración de los Juegos Olímpicos y cosas así).

Como en Alemania, la inflación anual es del 3%...la “tradición” de ahorrar cada monedita que cayera en mis manos cobró cierto interés.

Fue así, como decidí guardar cada una desde un centavo de euro hasta los 2 euros.  Para hacerlo más interesante, decidí no contar a ningún integrante de la familia sobre mi emprendimiento financiero.  Es que me encanta hacer regalos sorpresa y faltando casi seis meses para Navidad, no me perdería esta oportunidad.

Tan acostumbrados a que lo que valen son los billetes, las monedas gozaron de cierta impunidad y me fue muy fácil apartarlas de la contabilidad familiar. Guardando todas en una caja de perfumes hasta que pasara un tiempo y se me ocurriera contarlas.

Por cada viaje de fin de semana, nos quedaban los vueltos de los estacionamientos, suvenires, postales, almuerzos, helados, etc.  Estrellita apartaba moneditas, las metía en la caja del Nina Ricci. Cada tanto cambiaba algunas monedas por un billete, pero no era lo mismo que ver la montañita de monedas crecer y crecer.

Pasaron los meses y faltaban cuatro o cinco días antes de Navidad. Decidí contar las monedas que tenía. Para esta altura, la familia sabía de mi misión secreta ya que conocen mis hábitos de “ardilla”, aunque no estaban al tanto de la cantidad reunida. Cuando cada uno se fue a sus ocupaciones, Estrellita se quedó solita y sacó todas las monedas.  Ya pensaba ir a cambiar todas esas monedas al banco e inmediatamente correr a las tiendas departamentales que  me esperarían con la alfombra roja desplegada… ¡Ay Estrellita! ¡No es para tanto!

Las conté todas y tenía 151 euros, contando desde las monedas de 1 centavo hasta 2 euros. Después de pensarlo bien, dejé de lado las monedas de 1 y 2 centavos porque molestaban. Me quedé con 150 euros.

Antes de ir al banco, decidí separar las monedas de acuerdo a su denominación y las puse en pequeñas bolsitas de nylon.  Estrellita se felicitaba a sí misma, por ser “tan considerada” con la cajera del banco, que debería contar todas esas monedas para llegar a: 150 euros.

Caminé las dos cuadras entre mi casa y el Deutsche Bank.  Entré con mi mejor sonrisa y con mi papelito que decía: “deseo cambiar estas monedas por billetes, por favor”.  ¿Y qué pasó Estrellita?  ¿Qué pasó?????  ¿No le agradeció la cajera por traerle monedas?  ¿Alemania no atraviesa una escasez de monedas como en Argentina?  Nada de eso… la respuesta en rápido alemán fue algo así como “lo siento señora, no le puedo cambiar las monedas por billetes porque no contamos con la máquina para contar monedas”… Pero, pero….yo conté las monedas con “mi máquina cerebral”. ¿No habría posibilidad de que la cajera hiciera lo mismo? Se ve que todo mi sentido común no es tan común por estos sitios.

Me fui, un tanto preocupada, con mis seis bolsitas de monedas de diferente denominación, que a propósito…empezaron a pesar.  Si el sentido común no tenía peso, las monedas…sí tenían. Me fui caminando al centro…a riesgo de una hernia... ¡no exageres Estrellita! Durante 15 cuadras estuve pensando dónde corno cambiaría las benditas. ¿Y por qué no tomaste el colectivo Estrellita? …Fácil, no tenía más monedas y si compraba un boleto ya no tendría 150 euros.

Hablando por teléfono con mi esposo, le contaba de mi desgracia. Él me sugirió que fuera al Post Bank (El Banco del correo) quizás ellos tengan “máquina para contar” y de paso, envío unas postales.

Llegué agitada, y me dirigí a la caja.  Aguardé en la cola y cuando tocó mi turno, expliqué de la mejor manera mi deseo…a esta altura descabellado. Con todos mis errores, el cajero entendió… ¡pero yo no entendí que el trabajo lo iba a hacer yo! Me trajo inmediatamente la máquina y me invitó a acomodar cada monedita en su ranura para poder contarlas sin equivocarse. Cuando vi la famosa máquina…me sentí tan estafada. No se trataba de ningún aparato futurista ni mucho menos. Ni siquiera se trataba de un aparato, eran simplemente unas canaletas de diferentes tamaños donde se acomodan las diferentes monedas. Dependiendo de la longitud ocupada y también de la denominación, obtendría la cantidad exacta de dinero.

Estuve media hora “trabajando”.  Igualmente, no pude envolverlas en las cartulinas de colores como me pidieron.  Busqué con cara de perro mojado, algún cajero que pudiera recibirme nuevamente con mi tarea hecha.

Una señora, más simpática que el cajero anterior, me invitó a pasar nuevamente al mostrador. Miró mi trabajo y sumó todas las columnas: 150 euros. Sí, contestó Estrellita…no es casualidad pero no comenzaría el debate de causalidad y casualidad ahora que estaba tan apurada por ir a reventar el dinero en las tiendas en la peatonal.

¿Su número de cuenta, por favor? Me pidió la cajera.  Was? What? ¿Qué?  ¿De qué cuenta me está hablando esta amable señora?  ¿Acaso yo tengo que tener cuenta en este banco para cambiar monedas?  Otra vez, mi sentido común en el subsuelo. 

No tengo cuenta…no sabía que debía tener una cuenta para cambiar monedas. Le expliqué que yo soy clienta del Deutsche Bank y que no me cambiaron porque no tenían la “Maschine”.  “Ese no es nuestro problema, señora. Usted es clienta de ellos…deberían solucionárselo… Pero, como es Navidad, haré una excepción”.

Estrellita respiró aliviada y prometió nunca más ahorrar en monedas. La cajera sonreía, y Estrellita también.  Salió airosa con su platita en el bolsillo y su espalda derecha. La felicidad le duró los 10 escalones en bajada…cuando vio dentro de su cartera, las postales sin enviar. 

No le daba más la cara a Estrellita para volver a entrar a esa sucursal…prefirió caminar otras 10 cuadras hasta la otra para enviarlas.

Ahora sí a divertirse y darle la tarde libre al sentido común que hoy no sirvió de mucho.

 

 

 

 

 

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