miércoles, 2 de enero de 2013

París, Francia 3° parte

Campo de Marte y la Torre Eiffel
Dejamos este museo atrás y pasamos por la puerta de la escuela militar. En frente, ya nada nos detiene. Champ de Mars y la Torre Eiffel. Y la verdad…que no me imaginé la gente que iba a ver para subir a la Torre. De las cuatro puertas (las cuatro bases de la Torre), una estaba cerrada, otra es para subir por las escaleras…o sea, quedan dos y con unas filas terribles. ¡Cuarenta y cinco minutos para comprar las entradas! La torre es imponente, increíble, irresistible y marrón. Yo siempre me la imaginé negra, pero bueno…no es así. Subimos en el ascensor hasta el nivel 2 para hacer el trasbordo y llegar hasta arriba de todo.

Champ de Mars y Torre Eiffel
Eiffel, la Torre.
¡Qué vista! Y desde allí, me di cuenta lo inmensa que es París…y todo lo que no vimos aún. Tantas iglesias que visitar, los paseos por el río, las fuentes y jardines todo bañado de sol…aunque ya falta poco para el atardecer. Nuestros pies explotan de dolor. Es que muchos turistas están de zapatillas, no es el caso de Estrellita. Las botitas están matando. Pero la Torre vale la pena…fue el centro de nuestro viaje. En el ascensor hay ascensoristas, todos muy simpáticos y políglotos. Primero hablan en francés y si no entendés te hablan en inglés. Aunque muchos saben español. Cuando descendíamos el ascensorista va parando en todos los niveles y nos invita al primer nivel donde hay negocios y restaurantes. Sale su compañera invitándonos a pasar, mientras él coquetea con ella…diciendo ¿Qué tipo de negocios hay? ¿Qué ofrecen?...mmmm estoy muy interesado. Ella lo mira pícaramente y regala sonrisas. Al final de nuestro recorrido, nos dice “señoras y señores, les habla su capitán y les agradece por volar con nosotros”. El ascensor se llena de carcajadas.

vista desde la Torre Eiffel
Vista desde la Torre Eiffel
No tuve en cuenta (jamás), la cantidad de gente que visita estos lugares. Ya es muy tarde para volver al hotel y salir nuevamente. Estrellita se guarda el maquillaje, los zapatos azules y el vestido nuevo para otra ocasión. Vamos por un café, que nos estamos muriendo de hambre. Ya son más de las 7 de la tarde.

el cafecito y algo más...qué obra de arte!
Caminamos unas cuadras y llegamos al Café Richard. Me pedí un Tarté de citron, las nenas unas croissant y Germán una Tarté de Frambuesa. Cuando llegó el mesero preguntó ¿La tarté de citrón? Y yo levanté la mano. Se ríe y en su español me dice “Flaquita”…. Se ganó la propina ese buen hombre.
Anochece en París y volvemos con el estómago lleno a la Torre. Ahora entiendo el color marrón. Cuando las luces amarillas se encienden, la Eiffel es dorada. Desde el cielo debe ser una pepita de oro. Desde la tierra, es la torre dorada más hermosa que hay.

Otra vez, caminamos por el Campo de Marte para fotografiar esta maravilla desde más lejos.
Cuando creímos que todo estaba dicho…de pronto un reflejo en la ventana algo extraño. No le hicimos caso, continuamos caminando hasta llegar a otro edificio, con una ventana más grande. De la Torre se desprendían chispas blancas. Brillaba como si fuera navidad. No importaba nada, ni siquiera el dolor de espalda producto del dolor de pies al que no le hice caso unas horas antes. Fueron los cinco minutos por los cuales valió la pena venir.


Volvemos al hotel pasadas las nueve y media de la noche…no damos más.

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