Berchtesgaden bonus
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Bajamos del barco…como les
contaba ¿Y saben qué es lo más lindo? ¡Que llueve más fuerte! ¡Ay qué bello
día! Con gusto me iría al hotel a darme un baño caliente…pero no. Estamos lejos
del hotel. Apenas llegamos al muelle, nos fuimos caminando al Mc Donald que
está a unas cinco cuadras (el auto estaba a tres cuadras…daba exactamente lo
mismo ir en auto o no). Y como será de maravillosa la química que a partir de este momento
empezaré a experimentar dentro de mi cuerpo una de sus lecciones…de esas
memorables.
Teniendo en cuenta que no puedo
(no debo) andar almorzando hamburguesas tan seguido, pedí una ensalada. El
almuerzo transcurrió tranquilamente, aunque en mi estómago las cosas no iban
bien…de hecho comenzó a hacer ruido y también algunos dolores se presentaron.
Pensé en ir al baño, pero me
encontré con un panorama impensado para Alemania: el baño sucio y sin papel.
Decidí ir a otro baño en nuestro siguiente destino: el nido del águila.
Siendo las 15:30 pasadas, nos
fuimos al auto para continuar unos veinte minutos más por la ruta. Ahí, me pude
cambiar las medias. Pero el proceso químico estaba en marcha… el frío de los
pies, de las muñecas, la ensalada, la gaseosa…y la ira inconfundible que
provoca un estado de nervios visiblemente alterados inició un motín en el
intestino…
Los retorcijones en medio del
camino alpino me estaban matando… ya no me quedaba ninguna duda de cuál debería
ser mi próximo destino (¡Qué nido ni que ocho cuartos!): un baño. Y como si
fuera poco, en medio de tanta urgencia, no encontrábamos el estacionamiento que
señalaba el GPS. De hecho, hicimos unos cuantos metros de más hasta que
retrocedimos y dimos con el estacionamiento.
Sucede que para llegar al Nido
del Águila, hay que tomar micros especiales (hay que pagar como si fuera la
entrada a un castillo) que nos llevan.
Cuando llegamos, buscamos el
símbolo de WC o el muñequito indicativo…era un poco confusa la cosa…pero
llegamos hasta las boleterías de la terminal de micros, que estaba
llamativamente vacía. Y los baños
estaban….llamativamente cerrados.
¡¡¡¡¡Ah!!!!!!!! Sucede que, el último micro parte a las 16 horas pero
por el mal clima, daba la impresión de que hoy no hubo excursiones. Son las
16,20 horas…
Entonces, Germán me dijo, ¿te aguantás media hora hasta que lleguemos al hotel?
¿Qué? ¡Ni loca! Vamos a la confitería de allá, te pedís un café ¡y yo voy
al baño! (Puteada más, puteada menos)… Es que para esas alturas, mis manos
transpiraban y la presión empezaba a bajar…era cuestión de minutos para que el
“motín” llegara a tomar el control de este barco.
Fuimos al auto por las nenas (se habían quedado allí, esperándonos) y
les dijimos: bajen, vamos por un postre….mientras mamá va al baño. En términos
de orden de capitán de barco, para que todo sea coherente con esta historia.
No hubiera hecho falta ordenar nada en la confitería, porque los baños
están fuera del salón y con una contribución de 0,50 € (que no es obligatoria)
uno puede utilizar el baño, que está impecablemente limpio.
Solucionado el motín (todos caminaron por la plancha), mi humor estaba
restablecido. Y cuando Estrellita está contenta, siempre hay lugar para
degustar un postre. Sin prisas nos
fuimos al salón comedor para pedir alguna cosa…
Quizás, por las condiciones antes mencionadas, un Eisschokolade no es la
mejor idea… Aunque si de ideas me hablan, instalar un restaurante en el Nido
del Águila tampoco me parece que sea lo más apropiado. Nos quedamos un tanto
desanimados por no haber podido llegar hasta allí. Seguramente, hay muchas
historias fascinantes que nos esperan… Por eso, deberemos volver a este lugar
un día soleado.
Debo volver al baño… hay que recuperar el timón nuevamente. El Eisschokolade
se amotinó.
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