Stuttgart
15 de agosto de 2012
Un feriado en medio de la semana viene bárbaro. ¿Y a dónde vamos? Y… vamos a Stuttgart que está a 250 kilómetros… uno kilómetros más, un kilómetro menos. La única precaución fue levantarse un poco más temprano, por la distancia. Ya estaba impaciente cuando llegamos, así que empecé a sacar fotos desde el auto. El 15 de agosto, es un feriado religioso y regional, es decir, en Stuttgart es un día normal de trabajo mientras que en Saarbrücken está todo cerrado. Nos encontramos con un hormiguero de gente.
Ya con nuestros pies en la calle, nos dirigimos a Königstrasse la calle principal de compras y peatonal. Encontramos el Rathaus (el ayuntamiento) donde le saqué fotos a Ger y a las nenas y pasamos a la “Schillerplatz” donde encontramos la iglesia “Stiftsckirche”.
En diagonal y siempre sobre la misma plaza, vemos el Landesmuseum Württemberg, pero sólo sacamos fotos aquí, porque cada vez que entramos a un museo mínimamente son 2 horas… y Estrellita quería ir a otro… que había visto.
También hay otro museo de instrumentos musicales, y mientras investigaba… Germán sacó foto.
A la iglesia Stiftckirche le dimos la vuelta entera, hasta dar con la entrada… que por supuesto, hallamos en el último lateral que quedaba por ir. En la entrada, otra fuente.
Y ya con las fotos de la iglesia, nos cruzamos al Landesmuseum Württemberg, para mirar su arquitectura en su interior. El nivel de detalle de las esculturas es…muy alto. Digamos que el caballo de la foto…es nene.
Al salir de allí, fuimos a la “Karls-Platz”. Donde más leones, y patriotas cuidan del lugar. En la vereda de enfrente ya vemos el “Neues Schloss” (el nuevo castillo) y en la inmensa plaza que lo guarda, hay un kiosco precioso de metal trabajado con sus mesas y sillas para sentarse a tomar algo…pero no había tiempo para eso. ¡Había que buscar la oficina de turismo! Desde allí, se ve gente descansando en el pasto y algunos con los pies en la fuente. Otro día de calor veraniego.
Nuestro camino es por la peatonal, a medida que pasamos nos encontramos con más fuentes de agua…ya tenemos ganas de tirarnos de cabeza. Y con nuestro plan de almorzar algo en Mc Donald para no demorarnos tanto…¡eran las 13 horas y ya sabíamos que no íbamos a poder ver todo! ¡Ah!
Llegamos a la oficina de turismo y frente a nosotros estaba la estación de tren que también merece unas fotos. Pero nuestro plan para almorzar se desbarató, ya que no encontramos un Mc Donald ni un Burger King por ninguna parte…Decidimos entrar a un Shopping para ver si encontrábamos uno, pero fue inútil. Encontramos una casa de tortas, panes y sándwiches y nos pareció que… (¿Entendible?) podría funcionar. Pero antes que nada: necesitaba ir al baño. Eso sí había mucho: baños públicos en las veredas. Unos cilindros en las esquinas, a los cuales Estrellita no se animó a ir; prefirió ir al del shopping. Y acá sí que los baños del shopping son para los clientes; tuvimos que pagar € 0.50 para usarlos. Se supone que después tenés el descuento de los €0.50 en algún local del complejo…pero se ve que en la casa de sándwiches no…o por lo menos no lo aceptaron (sospecho que se aprovecharon de nuestra ignorancia, pero bue).
Volvimos a la plaza del castillo, porque había muchos escenarios para sacarse fotos. Las fuentes y las estatuas de los leones, los ciervos son muy lindas.
El castillo está conectado con un parque donde hay un pequeño lago. La vista perfecta para el “Staatstheater” (teatro de la ciudad). Desde ahí, se puede observar la torre de la antena de televisión, otra atracción del lugar ya que es el punto panorámico más alto de allí.
Y yo no sé qué está haciendo Maximiliano Guerra durante el año, excepto un día…el 23 de septiembre, cuando se estrene el “Don Quijote” en este teatro.
Llegamos por fin a la “Staatsgalerie Stuttgart”. Esa es la galería de arte que quería visitar. Tiene algunos cuadros de Piccaso y de Monet, entre otros. Por supuesto, sacamos fotos de los que más nos gustaron. El nivel de detalle con que pintaban en el siglo XVIII, XVII o incluso anteriores es impresionante: parecen fotos. Claro que también están los cuadros modernos…que a decir verdad me cuesta mucho disfrutar o apreciar, porque no los logro comprender. Hay algunos, que se llaman por ejemplo, “composición de blanco, negro y azul” y son dibujos con formas irregulares pintados en esos colores. O sino, también hay cuadros que están pintados en tres tonos de un mismo color, es decir tres franjas pintadas…y eso es todo el cuadro. Acá ya estaba más difícil leer las intenciones del artistas (por suerte en la mayoría había traducciones en inglés) porque 1° no me atraen ese tipo de obras; 2° ¡Estaba cansada! Entre tantas obras, tardamos un par de horitas en ver todo…ya eran las 17 horas y el resto de los museos estaban cerrando. No llegamos a ver ni el de Mercedes Benz ni el de Porche. No alcanza el día.
Pero hay algo que no cierra tan temprano… ¡A la torre de televisión! Y así buscamos el auto (no iba a caminar 4.3 kilómetros cuesta arriba) para llegar. Eso significo cruzar la ciudad otra vez…pero eso hizo que nos encontráramos con otro monumento: un pedazo de muro de Berlín, pintado con los colores de Estados Unidos, indicando que de ese lado estabas en el “Sector American”. También pasamos por la “Staadbücherei” (biblioteca de la ciudad) y por fin el estacionamiento.
Intenté sacar fotos desde el auto, pero salen bastante movidas…es que me gusta sacarle a las casas que voy mirando. Parecen casas de muñecas con tantos detalles y colores.
Llegamos a la torre de televisión y pagamos nuestra entrada para subir los 150 metros. Y acá Estrellita se mandó una macana…en su entusiasmo con ver otra máquina de monedas de colección, depositó una moneda equivocada (para mi defensa digo que las otras máquinas aceptan monedas de 50 cent, 1 euro y 2 euros hasta completar los 2 euros) y…trabó la máquina. ¡¡¡Qué vergüenza!!!!! ¿Estrellita qué mierda hiciste? ¿Querés que nos deporten a todos? ¡Bua bua! Enseguida le avisamos al señor que vende los boletos para subir…y no dijo nada…o mejor dicho…”ok”… Me encogí de hombros y seguí mi camino al ascensor. Parece que no era un problema tan grave.
En un ascensor con capacidad para 16 personas subimos en 35 segundos y después allí estaba: la vista de toda la ciudad y sus alrededores. El viento jodía un poco, hasta que de pronto decidí que no me jodiera más (eso no significa que dejara de soplar) y disfruté de mirar el horizonte tratando de imaginar las ciudades que están más allá de mi vista. Mirando en dirección a Roma, a Madrid, a Londres…y quien sabe qué más.
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