La reunión
Mayo 2012
A veces, me pregunto cuando llego a hoteles en los que en apariencia están semidesiertos, de qué viven todos sus empleados, en temporada baja. Uno puede adivinar, cuando llega a la habitación y encuentra la bandeja con bocadillos o el agua a un precio que duplica al que se pudiera encontrar en un kiosco de la calle. Pero, aunque consumiera los productos del hotel, es imposible pensar que un edificio de cuatro estrellas, se puede mantener vendiendo agua sin gas y maníes. Entonces, piensa en el restaurant, al que también se puede acceder sin ser huésped.
Quizás, es parte de la respuesta. Aunque, por más caro que se cobren los platos, tampoco se puede abusar, ya que hay muchos restaurantes y bares en la zona (sin mencionar la cantidad de puestos de comida al paso) compitiendo entre sí.
Quizás, es parte de la respuesta. Aunque, por más caro que se cobren los platos, tampoco se puede abusar, ya que hay muchos restaurantes y bares en la zona (sin mencionar la cantidad de puestos de comida al paso) compitiendo entre sí.
Uno trata de correr la mirada un poco, y observa otros espacios que se pueden aprovechar. Este hotel cuenta por lo menos tres salones de usos múltiples, un lobby en los que se reparten tres mesas ratonas con sus respectivos silloncitos. Yo creo que ahí está el secreto de la supervivencia. Durante la semana de mi estadía, los salones fueron ocupados por múltiples convenciones y reuniones. Desde muy temprano en la mañana hasta el anochecer, desfilaron muchos grupos de personas y diversos temas.
Curiosamente, mi relato empieza una mañana cuando bajamos las escaleras del primer piso hasta llegar al lobby. Por lo general, es un lugar muy tranquilo y no se escuchan las voces. Sin embargo, esta vez, fue diferente. El lobby, estaba lleno de gente mayor... muy mayor. Entre todos, pudieron sumar unos cien mil años. Muchos de ellos, vestían de uniforme. Por sus distintivos, tenían algo que ver con la marina, o con algún servicio referido al puerto, ya que el dibujo bordado era el de un barco.
Nosotros, pasamos y nos dirigimos a la puerta principal, nada teníamos que ver con el grupo.
Más tarde, casi al terminar el día esperábamos a un matrimonio para salir a cenar en la plaza principal de la ciudad.
Grata fue la sorpresa, al encontrar otra vez al grupo de ancianos, reunidos en la plaza. Se acomodaron y resultó ser un coro. Sin previo aviso, comenzaron a cantar en medio de la plaza.
Mientras escuchábamos la melodía, nuestro anfitrión nos dijo en tono de broma, que él los había contratado y pedido que nos cantaran algo...
Nosotros le dijimos, que no se hubiera molestado tanto, no hacía falta llevarlos al mismo hotel donde nos hospedábamos nosotros.
Las bromas continuaron unos minutos más y el coro de diluyó tan pronto que no nos dimos cuenta.
A la mañana siguiente, el grupo de ancianos estaba reunido, nuevamente, en el área del lobby. En ronda tomaban café. Nuevamente, nos condujimos hacia la escalera.
No pude evitar, mi humor de la mañana... más ácido que de costumbre. Le digo a mi esposo, en tono predictivo, que la reunión duraría horas... ya que quizás haya muchos de los participantes, que olviden de lo que se está hablando... y deban reconstruir el hilo de la conversación. Y quién sabe, ¡hasta reconstruyan la historia! Tal vez, dentro de un mes, vuelvan a reunirse... y celebren los 80 años del club de panaderas y leñadores del Saar.... y recuerden al desaparecido club náutico... tan misterioso, que hasta se pone en duda si existió alguna vez.
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