Las monedas de
Estrellita…
Cuando nos fuimos de Argentina,
dejé atrás un montón de hábitos y otros me los llevé en el bolsillo. Al llegar a Alemania, los acomodé a
todos…hasta que logré deshacerme de algunos, sobre todo los que tienen que ver
con la inseguridad. Hay uno, con el que me encariñé tanto…el de guardar
moneditas.
En Argentina, debido a la
incipiente inflación, no es divertido guardar moneditas. Quizás no aprendí la
lección de mis abuelos, cuando hace más de veinte años descubrí un frasco de vidrio
enorme lleno de monedas de 10 pesos de 1978 o antes y que, por supuesto, no servían para nada. Para cuando encontré ese tesoro, ya habíamos
cambiado 2 o 3 veces de moneda en Argentina. De los Pesos Ley 18188 a los Peso
Argentino en 1983 y en 1985 cambiamos por el Austral para volver a cambiar por
el Peso en 1992 hasta la actualidad. Sin embargo, de todo ese cuento no me
acordé en absoluto al encontrarme con tantas monedas de diferentes tamaños,
colores e impresiones aquí (ya que hay muchas impresiones dedicadas a
personajes famosos de Europa o para homenajear eventos importantes, como por
ejemplo, la celebración de los Juegos Olímpicos y cosas así).
Como en Alemania, la inflación
anual es del 3%...la “tradición” de ahorrar cada monedita que cayera en mis
manos cobró cierto interés.
Fue así, como decidí guardar cada
una desde un centavo de euro hasta los 2 euros.
Para hacerlo más interesante, decidí no contar a ningún integrante de la
familia sobre mi emprendimiento financiero.
Es que me encanta hacer regalos sorpresa y faltando casi seis meses para
Navidad, no me perdería esta oportunidad.
Tan acostumbrados a que lo que
valen son los billetes, las monedas gozaron de cierta impunidad y me fue muy
fácil apartarlas de la contabilidad familiar. Guardando todas en una caja de
perfumes hasta que pasara un tiempo y se me ocurriera contarlas.
Por cada viaje de fin de semana,
nos quedaban los vueltos de los estacionamientos, suvenires, postales,
almuerzos, helados, etc. Estrellita
apartaba moneditas, las metía en la caja del Nina Ricci. Cada tanto cambiaba
algunas monedas por un billete, pero no era lo mismo que ver la montañita de
monedas crecer y crecer.
Pasaron los meses y faltaban
cuatro o cinco días antes de Navidad. Decidí contar las monedas que tenía. Para
esta altura, la familia sabía de mi misión secreta ya que conocen mis hábitos
de “ardilla”, aunque no estaban al tanto de la cantidad reunida. Cuando cada
uno se fue a sus ocupaciones, Estrellita se quedó solita y sacó todas las
monedas. Ya pensaba ir a cambiar todas
esas monedas al banco e inmediatamente correr a las tiendas departamentales que
me esperarían con la alfombra roja
desplegada… ¡Ay Estrellita! ¡No es para tanto!
Las conté todas y tenía 151
euros, contando desde las monedas de 1 centavo hasta 2 euros. Después de
pensarlo bien, dejé de lado las monedas de 1 y 2 centavos porque molestaban. Me
quedé con 150 euros.
Antes de ir al banco, decidí
separar las monedas de acuerdo a su denominación y las puse en pequeñas
bolsitas de nylon. Estrellita se
felicitaba a sí misma, por ser “tan considerada” con la cajera del banco, que
debería contar todas esas monedas para llegar a: 150 euros.
Caminé las dos cuadras entre mi
casa y el Deutsche Bank. Entré con mi
mejor sonrisa y con mi papelito que decía: “deseo cambiar estas monedas por
billetes, por favor”. ¿Y qué pasó
Estrellita? ¿Qué pasó????? ¿No le agradeció la cajera por traerle
monedas? ¿Alemania no atraviesa una escasez
de monedas como en Argentina? Nada de
eso… la respuesta en rápido alemán fue algo así como “lo siento señora, no le
puedo cambiar las monedas por billetes porque no contamos con la máquina para
contar monedas”… Pero, pero….yo conté las monedas con “mi máquina cerebral”.
¿No habría posibilidad de que la cajera hiciera lo mismo? Se ve que todo mi sentido
común no es tan común por estos sitios.
Me fui, un tanto preocupada, con
mis seis bolsitas de monedas de diferente denominación, que a propósito…empezaron
a pesar. Si el sentido común no tenía
peso, las monedas…sí tenían. Me fui caminando al centro…a riesgo de una
hernia... ¡no exageres Estrellita! Durante 15 cuadras estuve pensando dónde
corno cambiaría las benditas. ¿Y por qué no tomaste el colectivo Estrellita? …Fácil,
no tenía más monedas y si compraba un boleto ya no tendría 150 euros.
Hablando por teléfono con mi
esposo, le contaba de mi desgracia. Él me sugirió que fuera al Post Bank (El Banco
del correo) quizás ellos tengan “máquina para contar” y de paso, envío unas
postales.
Llegué agitada, y me dirigí a la
caja. Aguardé en la cola y cuando tocó
mi turno, expliqué de la mejor manera mi deseo…a esta altura descabellado. Con
todos mis errores, el cajero entendió… ¡pero yo no entendí que el trabajo lo
iba a hacer yo! Me trajo inmediatamente la máquina y me invitó a acomodar cada
monedita en su ranura para poder contarlas sin equivocarse. Cuando vi la famosa
máquina…me sentí tan estafada. No se trataba de ningún aparato futurista ni
mucho menos. Ni siquiera se trataba de un aparato, eran simplemente unas
canaletas de diferentes tamaños donde se acomodan las diferentes monedas. Dependiendo
de la longitud ocupada y también de la denominación, obtendría la cantidad
exacta de dinero.
Estuve media hora “trabajando”. Igualmente, no pude envolverlas en las
cartulinas de colores como me pidieron.
Busqué con cara de perro mojado, algún cajero que pudiera recibirme
nuevamente con mi tarea hecha.
Una señora, más simpática que el
cajero anterior, me invitó a pasar nuevamente al mostrador. Miró mi trabajo y
sumó todas las columnas: 150 euros. Sí, contestó Estrellita…no es casualidad
pero no comenzaría el debate de causalidad y casualidad ahora que estaba tan
apurada por ir a reventar el dinero en las tiendas en la peatonal.
¿Su número de cuenta, por favor?
Me pidió la cajera. Was? What? ¿Qué? ¿De qué cuenta me está hablando esta amable
señora? ¿Acaso yo tengo que tener cuenta
en este banco para cambiar monedas? Otra
vez, mi sentido común en el subsuelo.
No tengo cuenta…no sabía que
debía tener una cuenta para cambiar monedas. Le expliqué que yo soy clienta del
Deutsche Bank y que no me cambiaron porque no tenían la “Maschine”. “Ese no es nuestro problema, señora. Usted es
clienta de ellos…deberían solucionárselo… Pero, como es Navidad, haré una
excepción”.
Estrellita respiró aliviada y
prometió nunca más ahorrar en monedas. La cajera sonreía, y Estrellita
también. Salió airosa con su platita en
el bolsillo y su espalda derecha. La felicidad le duró los 10 escalones en
bajada…cuando vio dentro de su cartera, las postales sin enviar.
No le daba más la cara a
Estrellita para volver a entrar a esa sucursal…prefirió caminar otras 10
cuadras hasta la otra para enviarlas.
Ahora sí a divertirse y darle la
tarde libre al sentido común que hoy no sirvió de mucho.
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